domingo, 2 de febrero de 2014

La novia del príncipe


En un reino lejano, el rey y sus consejeros se encontraban abocados a la misión de concertar el matrimonio del príncipe heredero y para ello, buscaban a la novia indicada. Después de entrevistar a numerosas jóvenes, escogieron a las dos que poseían las cualidades más excepcionales. Ellas conocerían  al príncipe y él elegiría a una de ellas como su esposa.


La primera se llamaba Belleza y le hacía pleno honor a su nombre, era la joven más hermosa que cualquiera hubiese visto jamás, sus facciones eran perfectas, su porte distinguido, su caminar ligero, su mirada sublime. Cualquiera que la mirara no podía quedar sino hipnotizado por ella. El príncipe no fue la excepción, realmente, en su presencia, no podía dejar de contemplar esa creación perfecta de la Naturaleza y notó que a todos los concurrentes les ocurría lo mismo. Parecía una obra de arte, definitivamente una musa para poetas, músicos y pintores, aunque la sintió distante, etérea, inalcanzable, como si no perteneciera realmente a este mundo. Tampoco hablaba demasiado, sólo se limitó a responder las preguntas del príncipe con indiferencia y a sonreír de tanto en tanto con educación. Aún así, dejó en él una impresión favorable.

Luego conoció a Inteligencia, quien era una joven encantadora, aguda, ingeniosa, perspicaz. No existía un área del conocimiento que no le interesara y no había tema del que no entendiese o del que no pudiese hablar. Conversaron largamente, no se le escapaba un detalle, era interesante y culta en extremo. Su vocabulario era impecable y su capacidad de análisis, impresionante. Incluso aconsejó al príncipe en algunas materias en forma tan sabia que lo dejó asombrado, mostrando claros signos de buen juicio. Además poseía un sentido del humor especial, ya que manejaba  la ironía con destreza. Pero su actitud denotaba a ratos ciertos indicios de arrogancia, ciertamente debido a su superioridad intelectual. Aún así, no había duda de que la joven había causado un efecto positivo en el príncipe. 

Llegó la noche y el príncipe salió a caminar a los alrededores de palacio. Realmente tenía que admitir que su padre y sus consejeros habían hecho un excelente trabajo, ya que habían elegido a dos jóvenes totalmente excepcionales, pero ¿cuál de ellas debía ser su esposa? Tenía que tomar una pronta decisión. Se dedicó a pensar en ello durante un buen rato, analizando las ventajas y desventajas de una y de otra, tratando de averiguar cual de sus opciones superaba a la otra. ¿Cuál le convenía más? No lo sabía. Estaba confundido y mientras más reflexionaba, más desorientado se sentía.

En eso, vio a una joven sencilla sacando agua del pozo mientras tarareaba una alegre canción. Se entretuvo un momento contemplándola con interés. Si bien a primera vista no había nada que la diferenciara de una muchacha corriente, para el príncipe se alzó como una visión soberbia, extraordinaria. Su corazón se aceleró, palpitando con fuerza; entonces lo sintió y lo supo: no podría desposar nunca a ninguna otra mujer más que aquella que estaba viendo en esos momentos. 

- ¿Cuál es tu nombre?- le preguntó el príncipe extasiado.
- Me llamo Amor, le respondió la joven.

Y luego de un tiempo, el príncipe se casó con ella.

(Autor: Laura Núñez. Prohibida su reproducción)